ESTÁN inmersos en la vida, la viven, la sienten, la disfrutan, la comparten. Esta es la vida con sus ideas y venires. De pronto, en un rincón aparece una visión un tanto dantesca, un espacio frío, lúgubre y nostálgico con velas, cruces y fotos lánguida y amarillentas maltratadas por manos que las cambian de lugar buscando captar la atención de los desprevenidos docentes y estudiantes, pero no lo logran. Chicos y grandes pasan, se detienen un momento, continúan su camino y vuelven a su normalidad descompensada. Ocasionalmente, aparecen rostros que se impactan. Tal vez con más conocimiento, se enfrentan a la realidad, reflexionan y sienten miedo, soledad, angustia en su corazón y por un breve instante lloran y sienten el dolor y el luto de quienes aún lloran y velan a sus muertos. Ante esta realidad surge el interrogante: ¿En este espacio sagrado de la escuela quiénes hablan de la guerra y de la paz? Porque el milagro de la paz, no lo hacen las velas ni los muertos, en este lugar, donde todos son escuela, a todos les corresponde hablar de guerra y de paz, todos tienen el derecho y el deber de intervenir para cambiar la historia. Se hace necesario reclutar a todas las áreas, a cada proyecto, a todo el talento humano para sensibilizar sobre los estragos de la guerra y darles sentido a las matemáticas, cambiar las estadistas de sociales, hacer que las ciencias recobren la humanidad, la religión permita trascender y alcanzar el infinito. Y ni que decir de la letra y la palabra encargada de contar la vida, de describir las heridas ajenas, de tocar a la puerta de los corazones y desde allí, registrar el paso del bien y del mal. Solo así se puede construir la paz e instalar los sueños. Solo cuando los chicos y los grandes posen sus ojos sobre las cruces, las velas y las fotos podrán sentir el dolor de patria y el anhelo de un futuro mejor. Entonces, la escuela habrá hecho la tarea porque cada historia merece tener un antes y un después y superado este instante todos amaremos la vida, nos sentiremos inmersos en ella, nos sentiremos vivos y seremos llanura, seremos montaña, seremos una cordillera de sonrisas, seremos como la brisa que pasa por un lago y todos los proyectos tendrán sentido porque estarán sembrados sobre la tierra fértil de la paz y la esperanza y ya no nos sentiremos expulsados del jardín, tampoco escucharemos el lamento divino del Padre preguntándonos ¿Qué han hecho? Seguramente escucharemos desde lo alto, ¡Escuela, bien hecho!
Lic. Martha Castro
Komen